Resulta extraordinario comprobar el mecanismo de este adiós.
Tras el anuncio oficial del protagonista todo ha quedado en manos de sus
rivales. Cada pabellón que visita con su equipo realiza su particular homenaje
a quien está considerado uno de los mejores baloncestistas de la historia. Se
agotan las localidades de los escenarios en los que Bryant disputa su último
encuentro frente a la franquicia de la ciudad y el reconocimiento de
contrincantes en la cancha y en la grada es continuo.
La grandeza de los torneos, como de tantas otras cosas,
depende de lo magníficas que sean las actitudes que se registran en ellos. Resulta
complicado entender una cultura de la distinción parecida en España y no
hablemos ya del fútbol. La rivalidad no deja lugar a la elegancia y un caso
como el de Bryant parece extremo en un deporte en el que ni siquiera los clubes
propios son capaces de despedidas honrosas a sus ídolos. A cambio de que las
ligas puedan nombrarles embajadores, representantes o lo que sea diez años
después de su retirada, son los propios aficionados rivales, aquellos que han
sufrido sus grandes actuaciones, los primeros en manifestar su admiración.
No se puede separar el nexo necesario entre los grandes
deportistas y los campeonatos en los que concurren. El secreto está en que sean
los participantes y no la patronal, aunque en esencia son coincidentes, quienes
den el paso y demuestren su deportividad en hechos puntuales. Enfrascados en
batallas de pancartas, viejas cuitas por fichajes o agravios por el reparto de
determinados derechos, los clubes de la Liga no reparan en estas
demostraciones. Sus aficiones tampoco parecen dispuestas a celebrar eventos
similares pese a que, desde un punto de vista meramente egoísta, podrían
suponer que jamás en la vida volverían a padecer al fenómeno homenajeado.
Pocos avances se producirán mientras se discuta cuál es la
mejor liga de fútbol del mundo en base a los jugadores de que dispone y no a su
papel en el reconocimiento de los grandes que se retiran. La relevancia del
deporte en la sociedad actual exige que este sirva como modelo de conducta para
muchos pequeños y adultos que ven sus sueños reflejados en sus ídolos. Cuando
uno de estos se marcha entra, aunque no lo parezca, en el mayor número de veces
en un olvido del que es muy difícil escaparse por notorio que haya sido su
papel en los buenos tiempos. El agradecimiento es, sin ir más lejos, un
sentimiento que forma parte de nuestra naturaleza, tal y como escribió
Eisenstein. Tanto, que nos resulta difícil definirlo aunque no debería ser tan
complicado expresarlo.
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