martes, 27 de junio de 2017

Un juego de niños

El ascenso del filial del Barcelona a la segunda división ha insuflado energía al fútbol de cantera de la entidad. Esta progresión ha supuesto cerrar una temporada luminosa porque la lista de títulos en todas las categorías vuelve a ser extraordinaria y más después de una sanción aplicada al club por sus malas prácticas en la incorporación de jugadores en edad infantil.

Calibrar el éxito de una estructura de fútbol base en el número de copas que entran en la vitrina es muy injusto porque entre los indicadores que no se valoran pueden citarse, entre otros, la capacidad de atracción y retención de talento del Barcelona o similares sobre sus competidores o las desigualdades de recursos que existen en una misma categoría. Una institución como la azulgrana, que pertenece a la élite de su gremio, debería ser más exigente en sus valoraciones y balances. La tentación interna a la autocomplacencia y la externa a la demolición son elementos con una capacidad de distorsión suficiente como para ahondar en esas arbitrariedades.

El mayor triunfo en el deporte de cantera que se supedita a un colosal primer equipo, que lo absorbe casi todo dentro de la entidad, es la consolidación de jugadores jóvenes en la estructura, no las goleadas de los niños a rivales a los que se ha desprendido de sus mejores promesas. La construcción de un equipo de chavales no puede estar limitada al último partido de la temporada sino a un camino de valores y de esfuerzo para alcanzar una meta a largo plazo en la primera plantilla del club. Los títulos en esas categoría son solo estadísticas y contravienen la norma elemental de la educación deportiva para los niños, a quienes hay que enseñar a jugar. La competición es algo que el ser humano lleva dentro de sí desde su nacimiento y su condición innata es garantía de su aplicación. En el momento en que la sociedad identifica a un grupo de críos con profesionales de cualquier actividad se provoca la perversión del sistema. Hoy día esta disfunción no puede prevenirse porque ya se ha asentado con firmeza, por lo que, como sucede con el cambio climático, la meta es trabajar para mitigar el desastre.

Uno de los mejores jugadores de los últimos tiempos comentó en una reunión que el nivel entre los futbolistas de los grandes clubes acostumbra a ser muy similar: si alguien hiciera una media de rendimiento, calidad, técnica y rentabilidad, los resultados serían parejos entre todos ellos. Su gran diferencia es el compromiso, reflejado en el hecho de que los chicos que han subido desde la cantera al primer equipo suelen ser aficionados, seguidores, de ese equipo. Disponer de un buen número de ellos en una plantilla es una distinción emocional que contribuye al éxito de la entidad, tanto en su bloque más importante como en toda la organización que ha hecho posible la inclusión de canteranos en aquel. Ponía el ejemplo de Carles Puyol, quien toda su carrera ha disputado los partidos como si fueran los últimos de su vida, sin más objetivo que el triunfo del Barça por encima de su lucimiento personal, algo para lo que el mismo Puyol sabía que no estaba dotado.

Los ejemplos más recientes apuntan en esa dirección. El propio Barcelona se ha paseado por el mundo con un conjunto de campanillas, provisto de una nómina muy numerosa de jugadores que provenían de sus categorías inferiores. Es muy difícil encontrar una conjunción tan alta de talentos en un mismo periodo histórico, pero es igual de complicado explicar los motivos por los que se cuenta con sospechosas incorporaciones de futbolistas que no mejoran ostensiblemente el desempeño de los canteranos.

Con el nivel de exigencia como coartada, se relaciona la incorporación de los jóvenes a la primera plantilla con la valentía del entrenador vigente. Una estructura no puede depender de un superhéroe para su funcionamiento porque una vez acabado el personaje se debilita toda la organización. Dentro del deporte, las diferencias entre los hombres y los niños deben ser mucho más notables que el palmarés y el arrojo del jefe. Esto se facilita a través de una gestión que permita que los críos sean los verdaderos personajes de cómic durante su vida infantil en lugar de unos códigos de barras dentro del cuento.


lunes, 19 de junio de 2017

Cristiano contra todos


El Real Madrid acababa de ganar 5-0 al Barcelona. Los periodistas que acompañaban a los derrotados llegaron tarde al avión de regreso a la Ciudad Condal y, en el interior de la nave, un lánguido Romario indicó a uno de los atribulados informadores que el sitio libre junto a su lado era para él.
-¿Te han dado acreditación del partido? -fue el saludo del astro.
-Aquí no dan acreditación, dan una especie de entrada –repuso su interlocutor.
-Dámela.
Sin entender de qué iba el asunto, la presunta credencial voló del bolsillo de su propietario a la mesita del asiento. El atacante, con la misma frialdad con que encaraba a los desdichados porteros rivales, sacó un bolígrafo del bolsillo de su americana y rellenó algo que después firmó. La desplazó sin levantarla por el plástico que hizo las veces de apoyo y se dirigió al compañero de butaca.
-Guárdala, porque a lo mejor algún día vale dinero. Hoy es el último partido de Romario con el Barcelona.

El receptor de la cariñosa dedicatoria y el consiguiente autógrafo fui yo. La escena aparece en este artículo dedicado a Cristiano Ronaldo porque Romario me explicó que estaba harto del fútbol y que, independientemente de lo que pensara el club, él estaba dispuesto a no volver a jugar en el equipo, lo que en realidad sucedió. Argumentó con detalle las razones de su decisión, que le abocaba a un deporte, el brasileño, alejado de los focos y los premios, como única salida a su pesadumbre. Como es natural, al trabajar en una radio, le pedí permiso para dar la noticia en directo una vez aterrizados, pasada la medianoche: “La información es tuya, haz lo que quieras con ella”.

Esta semana, los medios de su país han publicado que Cristiano Ronaldo no volverá a jugar en el Real Madrid. El periodismo se ha convertido en un gremio tan extraño que cuestiona antes el trabajo de los compañeros que las actitudes de los protagonistas y tuvieron que pasar varias horas antes de que se asimilara la verdad embebida en las portadas portuguesas. Muchos jugadores han abandonado sus clubes por rencillas con el entrenador, el presidente o los aficionados, pero pocos se han escudado en el empalago hacia todos quienes les rodean. En ambos casos, Romario y Cristiano, la generalización ha sido la coartada de su decisión y en ninguno de ellos se recogieron declaraciones directas de los implicados.

Cristiano se ha fraguado un perfil de profesional más proclive a una rabieta que a una estrategia pero una determinación de este calado, incluida su difusión, no es algo que se improvisa. Aun así, la coincidencia de la información con la acusación de la fiscalía y la posible renovación de Messi ha sido un aspecto tan relevante que ha convertido la quizás honorable intención del delantero en un escenario embarrado, del que no saldría bien parado ni el más vil de los personajes teatrales. La reducción al absurdo conduce inevitablemente al trasfondo económico y esto recae en la transformación de la imagen del madridista, que se asienta como una máquina tragaperras en lugar de una máquina goleadora, injustamente si se tiene en cuenta su brillante trayectoria.

El pasado no existe en el fútbol cuando se considera que se ha producido una deslealtad y así se puede interpretar la bravata. Cristiano ha escogido un trámite, el de pagar o no impuestos, que iguala al mejor y al peor jugador del mundo. De esta manera, también ha manifestado su elección por su presente como contribuyente en lugar de su futuro como leyenda, y ha desestimado que una institución poderosa dispone de numerosas herramientas para descargarse de responsabilidad ante una crisis de esta magnitud e incluso salir reforzada de ella. Estas prevenciones nunca son consideradas por los futbolistas.

Es probable que Cristiano y su entorno manejen tantas medias verdades que se hayan hecho un lío con ellas. Por ejemplo, sus acusaciones a la prensa. La mayoría de medios han sido celosos guardianes de la integridad de la estrella, encumbrándole a algún premio inmerecido, ocultando, cuando no justificando, sus malas prácticas dentro y fuera del campo o mostrándole una fidelidad que solo con mucho trabajo se puede encontrar en otros ámbitos. El portugués y el periodismo han sido más veces cómplices que enemigos y de ningún modo es justificable que se culpe a los transmisores de la información de los pecados que la provocan. Un jugador del Dream Team que esperaba para renovar un documento fue invitado por los funcionarios a adelantar a toda la cola y su respuesta fue que quizás él era el único de todo el edificio que no tenía prisa, en comparación con las decenas de ciudadanos que aguardaban la gestión. Cristiano ha expresado sus prisas en mal momento y peor forma, no ha aprovechado las ocasiones para negar la noticia de forma inequívoca y ha preferido navegar entre dos aguas muy profundas, lo que ha enviado inseguridad a quienes todavía confían en su sinceridad hacia el Real Madrid y su contrato.


martes, 13 de junio de 2017

FIFA y derechos humanos

La FIFA ha publicado esta semana una actualización de su comportamiento respecto a los Derechos Humanos. En su comunicación incluía un reporte sobre las últimas novedades y recordaba la inclusión que llevó a cabo el año pasado de este capítulo fundamental en sus estatutos.

A través de cuatro pilares básicos se sustenta la política del organismo mundial ante los abusos a este respecto: compromiso e integración, identificación y dirección, protección y corrección, dedicación y comunicación. Son una buena muestra de un cambio de actitud en una etapa convulsa, pero su grandiosidad es el primer indicador de su presumible falta de resultados, al convivir los buenos propósitos con las mejores palabras, sin una mínima presencia para la crítica ni el ánimo corrector.

En la comparación con la realidad parecen insuficientes las buenas intenciones. Ha creado un consejo asesor, colabora con los grupos de interés, ha incluido a los derechos humanos en su estrategia y asegura estar vigilante en los trabajos de construcción de estadios e infraestructuras en Rusia y Qatar, próximas sedes del campeonato del mundo. Pero las denuncias de numerosas organizaciones, las detenciones de dirigentes de la federación internacional y el goteo de casos de corrupción son contrapesos tan graves que desequilibran la balanza de la conducta.

Freedom House es una organización con sede en Washington y oficinas en más de una decena de países, que promueve la democracia, las libertades y los derechos humanos. Elabora anualmente un muy reputado informe acerca del estado de la democracia y la libertad en 195 países, a través de datos que muestran tanto los derechos políticos como las libertades civiles. La FIFA tiene 211 federaciones asociadas pero en su mayoría las listas de ambas instituciones son coincidentes. De la relación de Freedom House, el 45% de los estados son plenamente libres, 87 países, en tanto que 59 son parcialmente libres y 49 no lo son en absoluto. En esta lista se pueden encontrar nombres que no sorprenderían a ningún observador, pero también dos que resultan aún más familiares, concretamente los de Rusia y Qatar, ya anunciados como próximos anfitriones del principal torneo organizado por la FIFA.

Es muy difícil justificar el respeto por los derechos humanos al mismo tiempo que se reparte poder a países que probadamente los violan. Puede entenderse que abrir esos territorios al mundo es una forma de aumentar la vigilancia sobre ellos y que le irrupción de riqueza que genera una organización como la del Mundial de fútbol significa, al mismo tiempo, una mejora en las condiciones de vida de los más desfavorecidos. No obstante, estas buenas intenciones son similares a las propuestas de los utópicos del siglo XIX, cargadas de magníficas intenciones y escasas de presupuesto y continuidad.

Son abundantes las denuncias que Rusia y Qatar han recibido desde diversos puntos, que abarcan tanto organizaciones no gubernamentales como otros colectivos de la sociedad civil internacionales, instituciones nacionales y asociaciones tanto del fútbol como de otros sectores. La FIFA se ha limitado a lanzar tibios comunicados y a reforzar la decisión tomada sobre la celebración de ambas competiciones pese a los indicios de irregularidades e investigaciones judiciales sobre el proceso de adjudicación de las mismas.

Dentro de esas pesquisas se encuentra la acusación de la Fiscalía de Nueva York sobre más de 40 miembros de la FIFA, sus confederaciones o federaciones nacionales. De todos ellos, en torno a la mitad se ha declarado ya culpable de los cargos que se les imputan, que van desde el blanqueo de capitales hasta el soborno o la apropiación indebida. Los dirigentes implicados se aprovecharon de su posición para estafar, sobornar o chantajear a empresas y particulares mediante la comercialización de los derechos televisivos y de marketing o el desvío de fondos destinados para la ayuda a la comunidad.

Algunos de los referidos han sido figuras descollantes de la FIFA y su concurso ha sido relevante en la toma de decisiones estratégicas para la organización. Han manejado recursos y han supervisado informes de desempeño de las candidaturas para albergar competiciones, incluidas las menos respetuosas con los derechos humanos. La protección de la FIFA ante estos individuos se encuentra en un nada ambicioso código ético, que se aplica sobre los miembros de la institución: la solución más sencilla adoptada por muchos de ellos ha sido abandonar sistemáticamente el entramado o la FIFA. Salvado el trámite, salvadas las responsabilidades.

Esta es la máxima autoridad en el mundo del fútbol, encargada, según sus propios estatutos, de mejorar el fútbol y promoverlo a nivel global. Más de un siglo lleva en Suiza, y todo ese tiempo le ha ocupado integrar una política sostenida de respeto por los derechos humanos. El deporte se identifica con infinidad de valores, sus rectores no tienen por qué abandonarlos ni limitar su compromiso al anuncio de un frío informe de procedimientos.


lunes, 5 de junio de 2017

Diez años sin Ronaldo, el pianista

Se cumplen diez años de la salida de Ronaldo del Real Madrid. Espoleado por la intolerancia del entrenador, el desamor con la afición y el populismo del entonces presidente, el delantero brasileño abandonó Madrid y La Liga con alguna estridencia pero con el ánimo humeante: intuía que su fichaje por el Milan era un último trámite antes de regresar a Brasil.

Fue un futbolista revolucionario por muchos aspectos, tanto dentro como fuera de los terrenos de juego, más allá de su desempeño deportivo. Protagonista de una Copa del Mundo en la que no disputó ni un solo minuto, la de 1994, el revuelo que su nombre generó en ese campeonato fue su lanzamiento al estrellato internacional. Irrumpió en Europa a través de la puerta del PSV y sonó con fuerza para muchos equipos, incluidos el Real Madrid, el Atlético o el Barcelona.

Este último fue el club que se hizo con sus servicios mediante el traspaso más caro de la historia en aquel momento. Mereció la pena el desembolso porque Ronaldo comenzó a construir su leyenda con sólidos cimientos, cuajando actuaciones fantásticas y dando aire a una entidad que vivía el primer año después de Johan Cruyff. El inglés Bobby Robson fue el técnico encargado de dirigir la transición y encontró en Ronaldo a un buen aliado, siempre que la táctica británica encajara con el albedrío brasileño. Si en Eindhoven el entrenador permitió en su día licencias a Romario consciente de que nunca le podría controlar, hizo lo propio con Ronaldo en el Barça sabedor de que era una buena forma de controlarle: quiso que estuviera tan cómodo en el estadio como en su casa. La pierna derecha del delantero y la mano izquierda del preparador fueron vitales para el éxito en la temporada, de la que únicamente no conquistaron la Liga de entre todos los títulos a los que optaron.

Pero el sueño duró poco, menos de doce meses. Desavenencias con la directiva mandaron al brasileño a Italia. Su etapa en el Inter tuvo de todo pero por desgracia para el fútbol el resumen más frecuente se reconoce por sus graves lesiones. Hay quien defiende que si no hubiera sido Ronaldo la víctima esos problemas habrían acabado con su carrera. Luis Aragonés, en un almuerzo privado, aseguró que de no haberse lesionado, el futbolista habría marcado diez mil goles. De la imagen de las celebraciones a la del dolor sujetándose la rodilla no habían pasado muchos días.

Uno de sus compañeros lo definió al explicar que daba soluciones a sus colegas que nadie podía igualar. La más notable, soltarle un balonazo a cualquier punto del campo rival y que esa jugada finalizara en ocasión de gol. No obstante, en las valoraciones no acababa de haber unanimidad, dado que, si a un profesional del fútbol se le mide por los entrenamientos, Ronaldo era el peor del mundo. Por el contrario, si el baremo es todo lo demás, era el mejor sin discusión. En una ocasión, un dirigente le trasladó el mensaje del entrenador, que se quejaba de que no corría en las sesiones de trabajo. El futbolista le preguntó si había visto alguna vez a un pianista subir a un escenario y dar tres mil vueltas alrededor de un piano: “yo, amigo, soy pianista”, fue su declaración.

El fútbol brasileño tiene muchas máximas, de entre las que destaca que el talento es un don que no se entrena. Ronaldo fue un férreo defensor de esta teoría pero no se diferenció de otras estrellas en su adopción como forma de entender su vida laboral. Su tránsito por el Real Madrid estuvo definido por el contraste entre esta forma de entender a la naturaleza y las opiniones divergentes de sus entrenadores, presidentes y buena parte de los aficionados. Aun aderezadas con el sobrenombre de El Gordito, en su acepción más cariñosa, sus vivencias fueron en general positivas, dado que tuvo la ocasión de sentirse de nuevo futbolista de alto nivel y de recuperar el instinto goleador que había cincelado su carrera. En su casa, el día después de marcar el tanto del empate en el Camp Nou, explicó que sabía que iba a marcar en esa jugada cuando recibió el balón y, en plena carrera hacia el área rival, sintió que el estadio se quedaba en silencio. Hasta ese punto llegaba su conocimiento de sí mismo y del poder de intimidación que aún conservaba.

Fue la cara del gol durante muchos años por su incuestionable carisma, elemento que le diferenciaba de otros magníficos jugadores. Si todo aquello que tocaba Romario lo transformaba en dinamita, o Rivaldo en madera, Ronaldo era capaz de convertir en oro cualquier nimiedad. Gran parte de su éxito fuera del terreno de juego dependió de esa capacidad pero no fue suficiente para evitar que concluyera su carrera europea en un equipo, el Milan, con un nombre inmenso pero un panorama crepuscular. Este fue el último paralelismo que el caprichoso mundo del deporte otorgó a alguien que protagonizó toda una revolución desde el lado más emocionante posible, el de la magia de un pianista del fútbol.