lunes, 25 de septiembre de 2017

Valverde es el tridente

La penicilina ha salvado muchas vidas y su descubrimiento fue casual, al parecer por un descuido del científico Alexander Fleming. La providencia ha abierto la puerta de grandes descubrimientos y avances, que llegan hasta el mismo inicio de la existencia del universo conocido a través de la detección involuntaria por Penzias y Wilson del eco de la explosión primigenia. Con estos precedentes, no resulta extraño comprender que Ernesto Valverde, un técnico contratado para manejar al tridente del Barça, se haya convertido en el mejor gestor del equipo en la era posterior al trío de delanteros.

Debe creerse que cuando el presidente del Barcelona aceptó la propuesta de Valverde como nuevo entrenador pensaría que tras la marcha de Luis Enrique sería el candidato más adecuado para dirigir los pasos de Messi, Neymar y Suárez. Con esta responsabilidad, unida al rescate emocional y deportivo del equipo, fue presentado el preparador. Pocas semanas después, su cometido perdió el encargo relativo al tridente por la espantada del brasileño pero multiplicó la parte de la recuperación anímica: Valverde ha tenido que trabajar con unas coordenadas muy diferentes a las que se dieron el día de su firma.

Ya empezó cruzada la singladura del técnico, pregonado en una rueda de prensa del presidente enmerdada por otros temas que se comieron la felicidad del anuncio. Fue muy injusto que su nombre apareciera enturbiado en el mismo escenario y tiempo por los de Sandro Rosell, un ex presidente presidiario, y Joan Laporta, otro ex mandatario denunciado por el propio club. Tanto combate en el temario provocó que Josep Maria Bartomeu, para describir a su nuevo entrenador, empleara un catálogo de tópicos vacíos y unas explicaciones atroces que solo desmerecieron al protagonista cuando seguro que su intención habría sido otra más aceptable.

Aun así, Valverde ha conseguido en seis jornadas y algunas semanas más de trabajo cumplir con su doble misión: gestionar al tridente y levantar el ánimo y los puntos. Además ha sido capaz de encarar con éxito la disolución del triplete atacante y encontrar una solución ingeniosa para reemplazarlo en el dibujo y en el corazón de los barcelonistas. No solo no ha protestado ante el cambio de las condiciones sino que ha sido capaz de poner sensatez desde la sala de prensa a una coyuntura en la que se hablaba más de un socio que aún no ha presentado su moción de censura que de futbolistas que han ganado más de una Copa de Europa. Frente a la dicotomía, paz: esta ha sido la fórmula mágica del preparador.

No es el Barcelona la organización que mejores portavoces posee y sus directivos y ejecutivos se esfuerzan en dar la razón al mantra. Por este motivo llama tanto la atención que Valverde sea a la vez tan explícito en sus comparecencias y tan respetuoso. Su antecesor en el cargo optó por otra vía de comunicación, mucho más combativa, con sobre el papel menos motivos, más allá que su propio carácter. En caso de haber querido iniciar un incendio, a Valverde se le han proporcionado herramientas y móviles suficientes para hacerlo. En su lugar, ha preferido apagar los que otros, por acción u omisión, han ido propagando.

Existían dudas sobre su adaptación al sistema pero el técnico ha entendido que no se puede hablar de filosofía con el estómago vacío. Con la existencia de no pocos asuntos para encender los ánimos, su fórmula calmante pasa inevitablemente por los resultados. Pocos han recordado que el Barcelona no ha jugado con dos extremos en este inicio de temporada o que ha duplicado pivote defensivo en alguna ocasión. Bien alimentado el cuerpo, el alma se amansa.

Con sentido común y gentileza ha esquivado Valverde polémicas sobre su club y sobre los equipos rivales. No ha enfangado las portadas ni comprometido la imagen de la entidad. Por el precio de un entrenador, el señor Bartomeu ha conseguido todo un tridente, al lograr los servicios de un entrenador, un portavoz y un pacificador.


lunes, 11 de septiembre de 2017

Mata, solo ante el peligro

Aunque en la traducción de su título en inglés, Mediodía, la cinta se anuncia menos angustiosa que en su renombramiento en castellano, Solo ante el peligro es un clásico del cine que narra la historia de un recién casado sheriff que, avisado de la llegada a su pueblo de un viejo conocido criminal, decide arruinar su viaje de novios y enfrentarse al malhechor. La trama transcurre con la evolución del personaje conforme comprueba que sus vecinos le dan la espalda cobardemente y concluye con el inevitable enfrentamiento entre la bondad y la vileza.

Es fantástico el género de las películas del oeste porque sus héroes y villanos no van ataviados con uniformes llamativos, que imitan animales, ni sufren transformaciones extraordinarias. Son personas como el resto, más o menos hábiles con su vida y el revólver, pero a las que no distinguiríamos de la comunidad en el transcurso de sus hazañas. Con Juan Mata ocurre algo similar. El futbolista no necesita su indumentaria del Manchester United para captar la atención de la ciudadanía y contribuir a que el mundo sea mejor. En lugar de sus puños, rayos cegadores o un vuelo rasante, emplea los superpoderes del presente siglo: la comunicación y la colaboración.

En este mundo se puede evolucionar a través de la competición, como sugirió Darwin, o mediante la cooperación, vía defendida por Kropotkin. Hacer un balance entre ambas es un signo de máximo nivel, ese al que los superhéroes tienen alcance con la mayor naturalidad. El futbolista ha liderado una iniciativa, denominada A Common Goal, en conjunto con una organización internacional para fomentar el desarrollo social de una forma sostenible a través de los diversos actores del fútbol. Competir contra las desigualdades y proponer la colaboración de la industria de este deporte imperial es la combinación escogida para alcanzar sus objetivos.

Juan Mata propuso hace semanas que sus compañeros de gremio donaran el 1 por ciento de sus ingresos voluntariamente. Con esas aportaciones se podrán llevar a cabo diferentes programas y actividades de mejora de las condiciones de vida de muchas personas. Sin embargo, la noticia más reciente de esta historia se ha producido al revisar el listado de jugadores solidarios y percibir que solo uno acompaña al español en su cruzada, el central del Bayern, Mats Hummels.

No pocas columnas periodísticas han afeado al sector su escaso concurso en un proyecto del que, por otra parte, muchas de esas mismas fuentes solo se han hecho eco de la forma más protocolaria posible, sin avanzar en su propagación más allá de la información oficial. He tenido la gran suerte de viajar en misiones humanitarias con futbolistas de altísimo nivel personal y profesional, y siempre me dio la impresión de que los mayores sacrificios son los que implican donar algo que te resulta escaso. En los jugadores, más que el dinero, ese valor preciado suele ser el tiempo, de ahí que disponer de uno de ellos durante un día en un proyecto benéfico pueda considerarse toda una inversión social.

Por ese sentimiento no se explicaría el motivo de la soledad de Mata en su estupenda iniciativa. No obstante, existe un virus muy poderoso que afecta a la mayoría de las élites, no solo a la futbolera: la desconexión. Como en todos los colectivos, dentro de los deportistas existen buenas personas y otras menos admirables, pero casi todos están unidos por un desapego involuntario a todo aquello que no forma parte de su círculo más próximo. En el fútbol las cosas funcionan vertiginosamente, a mucha velocidad, y un mensaje que ha llamado la atención a las diez de la mañana se ha desatendido a las diez y cinco. Si en ese intervalo no se ha actuado, llega el olvido.

Nuestro héroe seguro que está al corriente de esta pandemia y hará lo posible para mitigar sus efectos. Ser una excepción conlleva la responsabilidad de liderar los cambios y esta ha sido asumida con entusiasmo por Mata. A no tardar, se incorporarán nuevos contribuyentes y se obtendrá al mismo tiempo más resultados y mayor difusión. El tiempo arruga las caras pero no las vestimentas, eso lo hace su uso, y Juan Mata, héroe vestido de calle, continuará con su camino aunque, por suerte, dejará de estar solo.



martes, 5 de septiembre de 2017

Proteger al presidente del Barça

El Barcelona ha encadenado al menos dos ejercicios de comunicación en pocos días, tal que si una deuda con la transparencia tuviera que ser saldada antes del apresurado final de una etapa. Sin más protocolo que la costumbre, informó con detalle de sus maniobras en la ventana de fichajes del verano y también de manera consuetudinaria colocó a su presidente en las portadas de los dos principales diarios deportivos de la Ciudad Condal con pocos días de diferencia.

Una operación que en cualquier otra circunstancia colmaría de elogios a sus impulsores ha derivado en cambio en un entramado de sospechas y recelos, del que podría echar mano Agatha Christie, de estar viva, en los momentos de menos inspiración. Como si de una trama de misterio se tratara, la intervención de los responsables del Barça ha entreabierto la puerta del crimen sin que los esquivos culpables hayan desvelado con claridad su participación en el mismo. Por un lado el responsable del deporte profesional de la entidad, Albert Soler, y el secretario técnico, Robert Fernández, hicieron el repaso a uno de los períodos de entretiempo más cuestionados de los últimos años del club. Por otro, el presidente, Josep Maria Bartomeu, contentó al par de medios deportivos con su punto de vista respecto a esas semanas de mercado y alguna que otra nota de actualidad.

En ambos casos se pretendió informar desde la posición más ventajosa para el Barça, lo cual es manifiestamente recomendable. La rueda de prensa, con unas normas de participación que impiden las discusiones, y la entrevista, con la mermelada habitual que se obtiene de aquellos que entienden que esas páginas son su mejor aportación al periodismo del día. La comunicación barcelonista protegió a su presidente, lo cual es, por detrás de la preservación de la propia institución, su principal cometido: evitó que fuera el que se enfrentara a las preguntas abiertas en una conferencia de prensa y, al mismo tiempo, le apartó de cualquier posibilidad de transmitir una mala noticia. A cambio, satisfizo los deseos de dos medios afines a los colores y volcó una catarata de mensajes en sus páginas en voz del máximo mandatario.

Otra cosa es que la estrategia colme las aspiraciones informativas de los aficionados y que satisfaga las inquietudes del resto de medios que no han tenido acceso a las declaraciones del señor Bartomeu. Pero desde el punto de vista del trabajo técnico, es casi inapelable la idea puesta en práctica. Al margen de que casi no hubo tiempo entre ambos eventos, quizás lo más rebatible sea la categoría de los mensajes esgrimidos y el talante de uno de los intervinientes, Albert Soler, quien varió su actitud durante la rueda de prensa que sirvió de resumen del mercado de fichajes, desde la docilidad hacia la arrogancia, en una maniobra que, tal vez llevada a cabo inconscientemente, no dejó de llamar la atención a no pocos de los asistentes.

El señor Soler renunció a su acta de diputado para incorporarse al Barcelona hace unos años. De una vida en la que su existencia se limitaba a la nómina de la administración del Estado, sus contactos familiares y amistades pasó a una diana increíble, que no solo recibe los dardos, sino que los atrae. Eso es el fútbol y, aún más, un club de la categoría del Barça. No debe ser sencillo ver su propio nombre relacionado con los fracasos de la sección de baloncesto, el primer equipo de fútbol y su filial, además de otras tropelías. La paciencia pocas pruebas superará más exigentes que la negociación con los personajes del fútbol, informales en muchas ocasiones, mentirosos las otras tantas y, en conclusión, malos aliados para cualquier campaña de lavado de imagen que pretenda instigarse. Con ambas resacas se sentó Albert Soler junto a Robert Fernández y asistió como un contable a  través de las explicaciones que ofreció entre las diapositivas y su acompañante. La primera parte de su aparición fue ceremoniosa y más que la ira se percibió cierto cansancio en su comportamiento.

Pero cuanto más suaves se iban haciendo las preguntas del periodismo más ariscas fueron sus respuestas hasta el punto culminante, en que cada vez que abría la boca daba la impresión de que alguna cuita pendiente estaba a punto de resolverse para siempre. Quizás fue la certeza de que esa comparecencia, que llevaba camino de matadero, había sido solventada con cierta comodidad, quizás fue la tensión de todas las semanas de desdichas, pero el escenario se transformó y el dirigente mostró una solidez que, de haberse presentado en las componendas con los otros clubes, habría dado con toda probabilidad con un par más de buenos futbolistas en la plantilla.

Válidos para el chiste o la anécdota, los sucesos demuestran asimismo dos afirmaciones en las que rara vez se repara en el apresurado mundo del deporte: los dirigentes se comportan como personas y, como tales, olvidan con frecuencia que su razón de ser es la de representar correctamente a una organización, ya sean presidentes protegidos o directivos sin coraza.