Aunque en la traducción de su título en inglés, Mediodía, la cinta se anuncia menos
angustiosa que en su renombramiento en castellano, Solo ante el peligro es un clásico del cine que narra la historia de un recién casado sheriff
que, avisado de la llegada a su pueblo de un viejo conocido criminal, decide
arruinar su viaje de novios y enfrentarse al malhechor. La trama transcurre con
la evolución del personaje conforme comprueba que sus vecinos le dan la espalda
cobardemente y concluye con el inevitable enfrentamiento entre la bondad y la
vileza.
Es fantástico el género de las películas del oeste porque
sus héroes y villanos no van ataviados con uniformes llamativos, que imitan
animales, ni sufren transformaciones extraordinarias. Son personas como el
resto, más o menos hábiles con su vida y el revólver, pero a las que no
distinguiríamos de la comunidad en el transcurso de sus hazañas. Con Juan Mata ocurre algo
similar. El futbolista no necesita su indumentaria del Manchester United para
captar la atención de la ciudadanía y contribuir a que el mundo sea mejor. En
lugar de sus puños, rayos cegadores o un vuelo rasante, emplea los superpoderes
del presente siglo: la comunicación y la colaboración.
En este mundo se puede evolucionar a través de la
competición, como sugirió Darwin, o mediante la cooperación, vía defendida por
Kropotkin. Hacer un balance entre ambas es un signo de máximo nivel, ese al que
los superhéroes tienen alcance con la mayor naturalidad. El futbolista ha
liderado una iniciativa, denominada A
Common Goal, en conjunto con una organización internacional para fomentar
el desarrollo social de una forma sostenible a través de los diversos actores
del fútbol. Competir contra las desigualdades y proponer la colaboración de la
industria de este deporte imperial es la combinación escogida para alcanzar sus
objetivos.
Juan Mata propuso hace semanas que sus compañeros de gremio
donaran el 1 por ciento de sus ingresos voluntariamente. Con esas aportaciones
se podrán llevar a cabo diferentes programas y actividades de mejora de las
condiciones de vida de muchas personas. Sin embargo, la noticia más reciente de
esta historia se ha producido al revisar el listado de jugadores solidarios y
percibir que solo uno acompaña al español en su cruzada, el central del Bayern,
Mats Hummels.
No pocas columnas periodísticas han afeado al sector su
escaso concurso en un proyecto del que, por otra parte, muchas de esas mismas
fuentes solo se han hecho eco de la forma más protocolaria posible, sin avanzar
en su propagación más allá de la información oficial. He tenido la gran suerte
de viajar en misiones humanitarias con futbolistas de altísimo nivel personal y
profesional, y siempre me dio la impresión de que los mayores sacrificios son
los que implican donar algo que te resulta escaso. En los jugadores, más que el
dinero, ese valor preciado suele ser el tiempo, de ahí que disponer de uno de
ellos durante un día en un proyecto benéfico pueda considerarse toda una inversión
social.
Por ese sentimiento no se explicaría el motivo de la soledad
de Mata en su estupenda iniciativa. No obstante, existe un virus muy poderoso
que afecta a la mayoría de las élites, no solo a la futbolera: la desconexión.
Como en todos los colectivos, dentro de los deportistas existen buenas personas
y otras menos admirables, pero casi todos están unidos por un desapego
involuntario a todo aquello que no forma parte de su círculo más próximo. En el
fútbol las cosas funcionan vertiginosamente, a mucha velocidad, y un mensaje
que ha llamado la atención a las diez de la mañana se ha desatendido a las diez y
cinco. Si en ese intervalo no se ha actuado, llega el olvido.
Nuestro héroe seguro que está al corriente de esta pandemia
y hará lo posible para mitigar sus efectos. Ser una excepción conlleva la
responsabilidad de liderar los cambios y esta ha sido asumida con entusiasmo por
Mata. A no tardar, se incorporarán nuevos contribuyentes y se obtendrá al mismo
tiempo más resultados y mayor difusión. El tiempo arruga las caras pero no las
vestimentas, eso lo hace su uso, y Juan Mata, héroe vestido de calle,
continuará con su camino aunque, por suerte, dejará de estar solo.
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