Finalizó el Mundial de motociclismo y Valentino Rossi ha
concluido en segunda posición, resultado ante el que una figura de su nivel puede sentirse decepcionada. Tal y como podía aventurarse sin peligro de equivocación, el protagonista ya ha mostrado con vehemencia su
descontento con el desarrollo de los acontecimientos en las dos últimas
carreras y el título para su compañero de equipo, Jorge Lorenzo.
Pero el análisis que quiero hacer guarda relación con su
elección. Rossi es un piloto descomunal, que reúne las condiciones para
convertirse con el tiempo en una leyenda, si es que no ha alcanzado aún ese
rango. Sin embargo, con su actitud en el penúltimo gran premio provocó un
cortocircuito en su propio estatus. El italiano antepuso la urgencia de repetir
un campeonato mundial a la trayectoria de competidor admirable. Demostró que
escoger a todo riesgo ser un deportista antes que un personaje es un camino que
siempre esconde emboscadas. Comprometió al mismo tiempo su presente y su futuro, su palmarés y su historial.
Rossi prefirió ser campeón antes que estrella. Provocó a
Marc Márquez con sus declaraciones cuando podía haber hablado con él en privado
sobre los mismos asuntos. Habría conseguido, por lo menos, dejar sus rencillas
en un escalón de nivel bajo y, en segundo término, no encabritar al catalán. Si
este obró bien o mal en su comportamiento deportivo lo dejo para otros soportes
porque lo que chirría en este episodio es la táctica de su rival. El revuelo no es el mejor ingrediente del éxito salvo en algunas situaciones desesperadas pero en realidad Rossi no se enfrentaba a ellas en esos instantes.
Transmitir los miedos es una forma de anunciar las debilidades
y ofreció un catálogo de ambos. Fueron demasiadas ventajas a sus rivales:
al deportivo, Lorenzo, y al emocional, Márquez. Estos, con la ayuda de las
matemáticas y las justificaciones que dan los neumáticos, el calor o la curva
14, se convirtieron en quienes podían manejar la situación con mayor garantía de éxito pese a que el líder
del campeonato seguía siendo el italiano. Su problema es que hizo todo lo
posible para que su preeminencia se limitara únicamente a los puntos porque la
estratégica la perdió él mismo.
En el deporte todo sucede muy deprisa y muy buenas diferencias de sus principales actores provienen de su habilidad para manejarse en las urgencias. Rossi tiene las suyas y son muy comprensibles pero permitió que su agenda estuviera dirigida por esas prisas. Es probable que decepcionara a muchos con su conducta pero seguro que en cuanto lama sus heridas se dará cuenta de que él se ha convertido en el principal perjudicado, como deportista y personaje.
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