El dopaje ha provocado una enorme convulsión en el atletismo
en las últimas semanas. Los cimientos de este deporte se han corroído a causa
de la publicación de un informe que desvela tramas entre la federación rusa y
la internacional para la ocultación de muchos análisis y la existencia de una
red prácticamente institucionalizada de dopaje. Por otro lado, el Tribunal de
Arbitraje sentenciaba a la española Marta Domínguez por irregularidades en su
pasaporte biológico.
La vergonzante actitud de España ante el dopaje no es nueva
y menos aún que los organismos internacionales sean quienes actúen contra los
tramposos de este país frente a la inacción de los domésticos. Políticos y ex
compañeros de los implicados suelen defenderlos creando una nueva noción de la presunción
de inocencia o, en el mejor de los casos, escurren el bulto cuando son
preguntados por un tema al que siempre hay que referirse sin terciopelo.
España, aún hoy, sigue advertida por su flojera estructural frente al dopaje.
Por otro lado está un dopaje menos lesivo para la salud del
deportista, pero igual de oxidante para la competición: el financiero. También
se investiga a España por los contratos que organismos públicos firmaron en su
día con algunos clubes, en especial de fútbol, a los que patrocinaron con
dinero público. La excusa de la promoción de territorios ha servido para
granjearse favores mutuos y desequilibrar de manera artificial y a cargo del
contribuyente campeonatos de diversas especialidades.
La lentitud de los procesos sonrojaría incluso a los más
adeptos al sistema. La imagen del deporte español, a meses de los Juegos
Olímpicos, merece una obra de reforma. Se han dado pasos en la buena dirección
pero no son suficientes. La transmisión de valores se mantiene mientras llegan
los títulos y las fotografías rimbombantes con las personalidades del momento pero, descubiertas las trampas, se gira la cara a la realidad. Son malos
ejemplos, pero ejemplos al fin y al cabo. Lo inteligente sería recopilar todas
las fullerías y emplearlas en la formación del deporte base, pero también del
profesional para dotar de elementos sólidos a deportistas y dirigentes que les
muestren que hay un camino decente más allá de la inyección y la subvención.
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