Las 500 millas de Indianápolis, que se disputan el domingo,
son una de las pruebas más legendarias de cualquier deporte. Están salpicadas
de innumerables tradiciones recogidas en sus 101 años de organización, que incluyen
himnos, canciones, convivencias de pilotos y aficionados o procedimientos, pero
también hay muchos datos que han convertido a esta carrera en un sueño para
muchos profesionales.
La primera parrilla, de cinco coches por línea, en 1911, se
elaboró por orden de inscripción y a partir del tercer año por sorteo. Tuvieron
que celebrarse varias ediciones para discutir el puesto de salida por la
velocidad media alcanzada. En aquellos días los coches eran de dos plazas
porque un mecánico debía acompañar al piloto, había relevos en boxes y el
ganador empleaba casi siete horas para cubrir la distancia.
El espectáculo ya comenzó con las primeras ediciones: aún
hoy se cree que el vencedor inaugural fue el único que utilizó un espejo
retrovisor en su bólido, en tanto que el ganador de la prueba dos años más
tarde atribuyó su triunfo al champán que tomaba durante cada parada en boxes.
Tuvieron que celebrarse 10 ediciones para que se produjera la primera victoria
de un piloto que partía desde la primera posición en la parrilla, y 23 para que
el uso del casco fuera obligatorio para competir. Otros elementos que hoy se
consideran indispensables para la seguridad de los participantes tardaron algo
más en implantarse: en 1947 se retiró la obligatoriedad de salir del monoplaza
en los pit stops, en 1959 se decidió requerir trajes ignífugos a los pilotos en
lugar de las camisetas de manga corta que empleaban, y desde 1963 no se puede
tomar la salida sin cinturones de seguridad. Diez años más tarde se eliminó la
norma por la que los pilotos avisaban del inicio de una vuelta de clasificación
levantando la mano y se pudo ver por última vez a un participante con casco
abierto. A los novatos se les colgaron cintas de colores en las gafas o en la
parte trasera de los coches para que los reconocieran sus rivales.
Se trata de una carrera tan mítica como peligrosa: en 35
ediciones se han registrado fallecimientos, que en total suman 58, y centenares
de heridos, entre pilotos, mecánicos, personas del público, periodistas o
policías. El último de todos ellos fue el poleman Scott Brayton, quien en 1996
no pudo defender su posición al morir en un accidente en los entrenamientos
previos a la prueba.
Sagas familiares enteras han competido entre sí en este
evento, del que se han rodado películas y documentales. Se han reunido hasta
cuatro generaciones en una misma carrera y en 1982 un tercio de la parrilla
eran combinaciones de hermanos. En una edición, el gemelo del primer
clasificado para la pole fue quien posó en la fotografía oficial porque su
hermano se quemó la cara en los entrenamientos. Por el contrario, el apellido
más común en los Estados Unidos, Smith, jamás ha tenido un participante. Los
pocos Smith que intentaron clasificarse no lo lograron.
Como en todos los ovales, las 500 millas no se disputan con
lluvia, aunque sí con altas temperaturas. En la edición de 1953, en la que se
registraron hasta 54 grados, falleció un participante por un golpe de calor,
mientras que en 1967 se dio la salida y se produjo la llegada en dos días
distintos a causa de las inclemencias meteorológicas. Otra peculiaridad era su
lema de ‘nunca en domingo’, y por el que se tardaron más de 60 años en competir
en ese día de la semana.
La mujer tiene su papel relevante en Indianápolis aunque
como vencedora solo figura una propietaria, en 1929. Hasta 1976 no participó
una mujer en los entrenamientos y fue el año siguiente el que supuso un estreno
femenino para la carrera, lo que modificó el protocolo de salida por primera
vez, al anunciarse “acompañados de la primera mujer en la historia, caballeros,
enciendan sus motores”. Janet Guthrie solo pudo dar 27 vueltas. En tres
ocasiones se han reunido cuatro mujeres en la parrilla y desde 2000 siempre ha
habido al menos una. Por primera vez una participante, Danica Patrick, lideró
la carrera en 2005 y cuatro años después consiguió el mejor resultado de una
mujer, al ser tercera. Incluso una modelo condujo el coche de seguridad, o de
ritmo, en 2001, que en aquella ocasión fue un camión. En la edición de este año
volverá a tomar parte la británica Pippa Mann.
La relación con la fórmula 1 no se limita a Fernando Alonso,
dado que otros pilotos han compaginado ambas competiciones o saltado de una a
otra. Jim Clark es el único que ha logrado ganar en las 500 millas y el
campeonato del mundo en el mismo año, al margen de ser el primer piloto en
vencer con un coche dotado de motor trasero. Precisamente, entre 1950 y 1960, esta
carrera puntuó para el recién estrenado mundial de la máxima categoría.
Otras curiosidades tienen relación con estrenos o finales:
el menor premio fue el entregado en 1924, 5,25 dólares, al último clasificado,
quien solo completó una vuelta. Se ha llegado a otorgar un color de coche a
cada país o a cambiar la bandera roja por la verde para la salida tras 20 años
de carrera. Tuvieron que pasar 30 para que completara la distancia un bólido
sin parar en boxes y casi 60 para que venciera el último participante ataviado
con una camiseta en lugar de un traje retardante del fuego. La primera vez que
se paró la competición por un accidente fue en 1964, y en 1985 la primera en
que todos los coches eran nuevos. Ya en el siglo XXI, los primeros cambios de
levas en el volante se introdujeron en 2008, mientras que en 2014 y 2015 se
registró el récord de 20 pilotos que finalizaron la prueba en la vuelta del
vencedor. Desde 1973 hay al menos un no estadounidense en la parrilla y 20 años
más tarde un brasileño, Emerson Fittipaldi, rompía la tradición de celebrar el
triunfo con un vaso de leche, vigente desde 1936, y lo hizo con zumo de naranja
al estar patrocinado por una marca de esta bebida.
Las 500 millas de Indianápolis es un evento único, que reúne
cerca de 400.000 personas en un recinto legendario y del que, por primera vez
en la historia, van a disfrutar al mismo tiempo dos pilotos españoles: el
experto Oriol Servià y el novato Fernando Alonso, que escucharán desde sus
monoplazas el aviso de salida: “dama y caballeros, enciendan sus motores”.
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