domingo, 28 de febrero de 2016

La letra pequeña de Infantino

Gianni Infantino es el nuevo presidente de la FIFA, Federación Internacional de Fútbol. Su elección ha significado el cierre al tortuoso proceso iniciado con las investigaciones del FBI sobre delitos monetarios de varios miembros de la organización y que ha salpicado de paso a los presidentes de la propia FIFA y de la UEFA.

Envueltas las votaciones en una promesa colectiva de regeneración, lo cierto es que han sido los miembros del sistema quienes han acabado eligiendo al mandatario entre algunos de ellos. El elenco ofrecía currículums tan llamativos como el del propio nuevo presidente, estrecho colaborador de alguno de los altos cargos inhabilitados, o el de su mayor competidor, acusado de violar no pocos derechos fundamentales de las personas.

El mundo del fútbol genera tantas pasiones como sospechas pero a poca gente le ha parecido reprobable este paralelismo. A día de hoy se pueden destacar ya algunas declaraciones, artículos y manifiestos contrarios a la gestión indecorosa de los organismos que manejan este deporte, pero estas reacciones teatrales dicen tanto de sus autores como de sus destinatarios. Los malhechores tienen su parte de culpa como es de justicia, pero los patrocinadores se han inhibido de todos los pestilentes procesos con el recurso de las cláusulas de confidencialidad; las autoridades europeas han convivido con esta organización desde hace más de un siglo y han tenido que ser los estadounidenses quienes hayan removido el cotarro. Lo mismo vale para el periodismo, que relegó a cuestiones exóticas las investigaciones y denuncias de los pocos que se atrevieron a hurgar en los asuntos de la FIFA. A la ciudadanía solo le ha resultado llamativo que quienes han sido capaces de multiplicar el fútbol a nivel mundial hayan incrementado exponencialmente sus beneficios privados según ponían chinchetas en el mapamundi.

Los informes que se han ido publicando acerca de la transparencia o las buenas prácticas en el deporte y, más concretamente, en el fútbol han sido a cuál más sonrojante. Las asociaciones que han votado a Infantino ocuparían posiciones preeminentes en los índices de corrupción más independientes pero, sin embargo, allí estaban y se convertían en voz y voto de todo el planeta futbolístico. Jugadores de ambos sexos, entrenadores, clubes y aficionados no tienen cabida en esta elección.

Quizás el problema sea que el fútbol forma parte de una sociedad a la que en su mayoría estas cosas le parecen normales. Solo hay que repasar cómo funcionan a nivel interno los partidos políticos, los sindicatos, las grandes corporaciones, un montón de pequeñas y medianas empresas, las universidades o ciertas religiones mayoritarias. Reducir másteres de dirección a prácticas de conchabe debería entenderse como una involución pero mientras exista un sistema capaz de garantizar por contrato que en cien años se puedan cantar millones de goles quién va a reparar en la letra pequeña.

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