domingo, 20 de diciembre de 2015

Piqué y la desmesura

Gerard Piqué lanzó ayer un nuevo mensaje desde su cuenta en redes sociales con el que manifestaba un hecho indiscutible: su acumulación de trofeos, insultante para muchos compañeros de profesión y para no menos aficionados rivales. Con este comunicado reavivó las llamas de cierto radicalismo en cuanto a la respuesta obtenida. Sin embargo, todo el asunto dice más del país que valora su actitud que del jugador mismo.

Hace unos días, el presidente del gobierno y el jefe de la oposición se tacharon el uno al otro ante millones de televidentes de indecente, ruin o miserable. La ejemplaridad que se les debería exigir está, por lo menos, a la altura de la reclamada al azulgrana. Sin embargo, la inmadura democracia española no puso muchos reparos a la bocaza de los dos políticos más representativos del parlamento y a otra cosa mariposa.

Se ha pitado a Piqué presuntamente por su asistencia a una manifestación nacionalista y su comportamiento culé ante el madridismo militante. En ambos casos estamos asistiendo a la práctica de un derecho fundamental como es la libertad de opinión y expresión. En cambio, cuando Piqué se puso gallo con un agente de la autoridad en medio de la calle no fue tan reprobado, cuando esto sí que atenta al buen comportamiento de un ciudadano, por no hablar del de un personaje.

La confusión de valores ha inundado a la sociedad y la descompensada reacción por unas cosas u otras es un buen ejemplo. Han saltado a la palestra defensas de diversos ámbitos al futbolista Álvaro Arbeloa, enzarzado en la polémica con Piqué. La milicia de abogados del jugador madridista, de quien por cierto algunos compañeros actuales y pasados opinan que es un cretino, no estuvo tan espabilada para denunciar el incivismo del barcelonista frente a la guardia urbana de Barcelona. No falla, nos decantamos por lo fácil en lugar de lo apropiado.

En todo caso, Piqué demuestra algo incuestionable en el fútbol: que es del equipo para el que trabaja. Sus comentarios pueden desagradar pero cumplen con la premisa de que forman parte del envoltorio de un personaje, de un futbolista que piensa más allá del terreno de juego y que aporta chispa a un mundo, el del fútbol, cada vez más opaco y rígido. Con mensajes de esta clase Gerard Piqué se significa, algo fundamental en toda clase de profesionales populares.

De toda la polémica, lo único que achaco a Piqué es que no utilice su innegable talento para la comunicación en aspectos relativos a movimientos sociales, protestas ante injusticias o sensibilización acerca de los graves problemas que afectan al mundo, del que él, Arbeloa, los dos insultones del debate y todos nosotros formamos parte. Una muestra podría haber sido pedir disculpas por ese incidente con el policía y que decidiera entregar a una ONG o asociación similar como mínimo el mismo importe que le fue impuesto en la multa correspondiente y lo anunciara para difundir la necesidad de ayudar en cuestiones humanitarias. Al final, siempre se nos escapa la perfección por algún resquicio.






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