lunes, 14 de diciembre de 2015

Fútbol sin gritos

Mañana miércoles estaré en Valladolid invitado por el Colectivo Laika a la jornada #FutbolSinGritos. La idea de un deporte en el que se pueda encontrar pasión pero no alarma es muy importante en una sociedad que precisamente se decanta por combinarlas en exceso. Iniciativas de este tipo son fundamentales para asimilar que el fútbol no tiene por qué reportar altercados.

Mi ponencia trata sobre la responsabilidad social del futbolista. La responsabilidad social, aplicada a la empresa, es un sistema de gestión que procura retornar a la sociedad una parte de los beneficios obtenidos y dialogar con los llamados grupos de interés, es decir, las personas o colectivos con quienes se relaciona un negocio. En el caso de los futbolistas son muchas las vías que pueden escoger para llevar a la práctica un modelo similar.

Se trata de un gremio que genera tendencias, al que imitan desde sus peinados hasta sus celebraciones, pero carece de compromiso. Si tenemos políticos corruptos, empresarios corruptos y ciudadanos corruptos es comprensible que topemos con futbolistas pecadores pese a la pátina de intocables que clubes y aficionados les otorgan. En la Liga española, por ejemplo, cohabitan jugadores imputados en la compra de partidos, en un presunto chantaje sexual o acusados de malas prácticas fiscales. Otros campeonatos disponen de su propio catálogo de agravios y lo único que se pone de vez en cuando en entredicho es el salario que este sector ingresa.

A nadie le sorprende que sean excepciones los futbolistas que mencionan en público los problemas que más preocupan a la sociedad. Se entiende como normal que su aportación humanitaria sea una visita protocolaria a un hospital cuando se acercan las fecha navideñas. Pocos se preguntan por qué los mensajes benéficos de los jugadores sean idénticos copiados y pegados cuando se refieren a alguna campaña de una ONG o agencia de ayuda internacional, redactados por los equipos de promoción de esas fantásticas organizaciones.

Si la sociedad se ha vuelto muy exigente con los gobiernos y las empresas, no ha sucedido lo mismo con sus ídolos. Incluso desde un punto de vista interesado, para un deportista es un elemento de diferenciación brutal que le acercaría a no pocos patrocinadores: es necesario que los protagonistas del deporte entiendan que su poder transmisor fabrica conciencias entre sus seguidores y que muchos problemas que azotan al mundo serían más conocidos con su implicación. Hace nada ha finalizado la Cumbre del Clima, ¿han leído alguna declaración de deportistas acerca de esta problemática mundial? La emigración cambia las vidas de muchos de sus fans, de incluso compatriotas, ¿algún comentario, sin olvidar que no pocos futbolistas son de hecho emigrantes? La pobreza asola sus propios países en bastantes casos, ¿disponemos de programas creados o participados por estos personajes para contribuir a su desaparición? El deporte arrastra malos hábitos de género, ¿tenemos algún ejemplo de manifestación inequívoca contra estas discriminaciones?

El lado bueno del deporte parece ligado a la indiferencia y esto es injusto para quienes celebran y lloran triunfos y derrotas. La ejemplaridad no es un objetivo inalcanzable para quienes tienen el poder de influir con su trabajo en el ánimo de millones de personas. Con el resto de ponentes de #FutbolSinGritos conoceremos otros lados de este extraordinario fenómeno, el fútbol, y de algo inigualable, las personas.


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