Hace unos días, una niña llamada Emily Nash, de 13 años de
edad, se impuso en un torneo de golf entre escuelas organizado en una localidad
de Massachussets, en los Estados Unidos. Este logro deportivo habría sido
irrelevante en una sociedad igualitaria tanto como en una humanidad que
desatiende el deporte infantil o aficionado en cualquier comparación con la
actividad profesional. Pero el triunfo de Emily no solo es destacable por
haberse conseguido en un torneo mixto, sino porque su victoria no mereció el
premio, que se otorgó al segundo clasificado.
No le sirvió a nuestra heroína disputar los mismos hoyos que
sus rivales masculinos, salir desde el mismo punto (tee) en cada uno de los recorridos ni avanzar en cuatro golpes a
sus perseguidores más próximos. Una vieja regla establece de forma implacable
que las niñas solo pueden computar como miembros de un equipo, sumándose su
desempeño al colectivo y desmereciendo su concurso individual. De ese modo, la
gran actuación de la vencedora sirvió para sumar puntos a su colegio, no para
recibir el trofeo que tanto merecía. Los organizadores y jueces se remitieron a
la normativa para cerrar el asunto.
Los avances por la igualdad se producen a diario en el
universo del deporte pero no alcanzan a todas las especialidades ni lo hacen
con la contundencia necesaria. Tampoco es sencillo encajar los deseos de todos
los grupos de interés que intervienen en este tema y menos aún determinar en
qué deportes pueden competir hombres y mujeres mezclados o entre sí. En todo
caso, un buen inicio sería desconectarse de la tradición que aporta normativas
rancias y evolucionar tal y como lo hace la sociedad.
Existen algunos eventos que permiten su disputa en equipos
mixtos pero solo un deporte, el korfbal
se disputa con esa modalidad de forma reglamentaria. El motociclismo y el
automovilismo son ejemplos de coexistencia masculina y femenina pese a que cada
vez es más importante la forma física para su participación. Hace unas semanas,
Ana Carrasco se convirtió en la primera mujer que se impone en una prueba de un
campeonato mundial de motos. La Fórmula 1 o la Indycar han contado con
representación femenina a lo largo de su historia: de las 956 carreras del
campeonato del mundo entre 1950 y 2016, 16 han disfrutado de mujeres en la
parrilla, un 1,67 por ciento; en la categoría estadounidense, de 304 pruebas
disputadas entre 1996 y 2016, 211 han sido las que han tenido mujeres
pilotando, un 69,41 por ciento. Otros deportes, como la equitación, la vela o
el tenis han permitido parejas mixtas en exhibiciones y algún partido oficial.
Un importante paso adelante lo protagonizó el Comité
Internacional Olímpico, que en su asamblea celebrada en el mes de junio aprobó
una serie de medidas que facilitarán tanto el espectáculo como un mayor
protagonismo de las atletas. De hecho, con estas iniciativas ha conseguido que,
pese a reducirse el número de deportistas en general, los Juegos Olímpicos de
Tokio sean los que mayor participación femenina van a registrar de toda la
historia. Relevos como el 4 x 400 de atletismo y el 4 x 100 estilos en natación
serán mixtos, al igual que alguna modalidad de triatlón, tiro con arco y dobles
en el tenis de mesa.
El fútbol es indiscutiblemente un altavoz fabuloso para todo
tipo de movimientos, en especial los de carácter social. El último encuentro de
la Liga femenina, disputado entre Atlético de Madrid y Barcelona, tuvo niveles
muy notables de audiencia, así como muchos otros acontecimientos con concurso
exclusivamente femenino y que han sido fructíferos para el palmarés de sus
países. En todo caso, cualquier herramienta saludable es buena para acercar a
ambos sexos a la élite del deporte, con iguales retribuciones y premios.
Tampoco el periodismo queda exento de culpa en todo este
embrollo. Según un estudio de la organización Women’s Media Center, en las secciones informativas de los medios
de comunicación la de deportes es la menos femenina, dado que cuenta con una
media del 11 por ciento de representación, seguida por la información meteorológica,
con un 28 por ciento, y la de juzgados, con un 32 por ciento de mujeres
enroladas. Son datos que corresponden a estructuras norteamericanas pero no son irrelevantes en su extensión al resto del mundo. Todos los actores del deporte, proyección de los actores de la
sociedad, estamos llamados a seguir adelante, a evitar discriminaciones de
cualquier tipo y a fomentar la igualdad porque una educación igualitaria tiene
la oportunidad de aprovecharse del talento de toda la población, no solo de una
mitad.
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