Un par de días antes del encuentro entre la Juventus y el
Barcelona, ambos clubes publicaron en sus redes sociales un bonito ejercicio,
en el que realizaban un cuestionario parejo a sus dos grandes capitanes, Gianluigi
Buffon y Andrés Iniesta. Más allá de la naturaleza de las respuestas, ninguna
maliciosa por descontado, esta materia fue una chispa de frescura en el
enmarañado mundo de la comunicación corporativa de clubes y jugadores al
basarse en un concepto capital pero al que desatienden por norma estos colectivos: el
contenido.
Solo hace falta reparar en algunos datos para entender que
los contenidos hoy son vitales: las páginas web de algunas marcas de bebidas
parecen ser de organizadores de eventos, diarios que organizan conciertos o
petroleras que movilizan para disputar una maratón son ejemplos de que todos
queremos algo más que un simple comunicado. Buffon es un tipo que en su día se
significó contra los recortes presupuestarios de su gobierno y lamentó eliminaciones
de su equipo y selección pensando en la gente, alguien que atiende con
contundencia a la actualidad y que, en resumen, ejerce un liderazgo brutal. Con
Iniesta la genética no ha sido tan generosa para la comunicación como lo fue
para el arte y de hecho su declaración más activista fue un monosílabo al ser
preguntado por unas palabras de su presidente. Sin embargo, su comportamiento de talante familiar le ha convertido en una figura muy respetada.
La ausencia de contenidos desde los clubes se ha producido
por la amputación registrada en las relaciones entre plantilla y periodismo. La
proliferación de medios, las redes sociales y los intereses de todas las partes
en conflicto han tapado la boca de los protagonistas. Estos también pueden
entender que ofrecer una rueda de prensa o una entrevista para hablar de los
demás no les resulta buen negocio y prefieren limitarse a una intervención
protocolaria en una previa o una zona mixta de vez en cuando.
No se ha inventado la pólvora con este régimen de
convivencia. En Inglaterra e Italia es funcional desde hace décadas pero allí
el recambio ofendió en muchas ocasiones al fútbol: mientras los isleños se
decantaron por escarbar en la vida privada de los personajes, los peninsulares
optaron por la información de mercado, incansables ante cualquier posibilidad
de intercambio o contratación, por descabellada que pareciera.
Aquí esta situación tiene sus riesgos y sus ventajas. Al
carecer de protagonistas y no reducirse el espacio destinado a la información,
los vehículos de comunicación los han sustituido por otros personajes. El caso
es que estos son los periodistas, que hemos tomado el testigo como auténticos
emprendedores para rellenar los huecos dejados por la presunta censura. Es
opinable el camino elegido hasta esa posición, que con frecuencia ha sido el
más fácil y no siempre el más admirable, pero no hay discusión en que todo
aquel que desea pasar el rato con el deporte tiene recursos sobrados para
hacerlo en cualquier medio.
Hoy en día la combinación de información y entretenimiento
es la oferta principal. Gerard Piqué ha mostrado su desdén por los medios pero
no por el contenido: no necesita al periodismo, dice, pero sí la transmisión de
información. Por ello destaca como pocos de sus colegas en las redes sociales y
en los discursos con contenido. Solo puede reprochársele como estratega que no
dedique una parte de su excepcional talento a la difusión de buenas prácticas y
mensajes de tipo humanitario. Guste o no su particular estilo, es un avanzado
en el fútbol presente.
Compartimos contenidos sin parar y en general lo hacemos
porque se trata de información útil, aspectos emocionales, contenido positivo o
movilizador. Casi el 60% de los humanos dice compartir contenidos con
frecuencia. Sin embargo, es raro ver interacciones en las redes sociales por
parte de clubes, más allá de concursos y mensajes de publicidad, y casi
imposible del lado de los futbolistas. El periodismo tiene perdida la batalla
de la digitalización de contenidos interesantes por la inacción de sus dirigentes
y la falta de imaginación: ningún medio ha sido capaz de inventar ninguna red
social. El fútbol, como muchos deportes de estructura añeja, anda por el mismo
camino, y necesitará mucho más que vídeos con estupendas figuras para recortar
esas distancias.
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