Con el ruido de los motores de un avión en velocidad de
crucero, Zinédine Zidane lanzó una confidencia: lo que más le sorprendía cuando
visitaba un país en misión humanitaria no eran las caras de alegría de los
lugareños, felices por la presencia de un futbolista de su enjundia, sino las
expresiones de extrañeza de todos aquellos, como si estuvieran preguntándose
qué demonios hacía allí Zidane, en un territorio estéril para el fútbol y
olvidado para el desarrollo.
El ahora entrenador del Real Madrid y Ronaldo Nazário
compartieron cargo de embajador de buena voluntad en una de las mayores
agencias de Naciones Unidas. Juntos o cada uno con su correspondiente empeño,
pisaron lugares en los que el fútbol profesional es conocido al detalle pero
solo gracias a viejos televisores o transistores de radio que ya estaban
pasados de moda el día de su salida al mercado. Por esa comunicación eran
célebres y por esa misma vía aparecían como entidades inalcanzables para
aquellos habitantes.
Entre sus atribuciones, también organizaban a medias un
partido amistoso con figuras del deporte, no solo del fútbol, e incluso del
espectáculo, que servía para recaudar fondos para algunos programas de esa
organización benefactora. En resumen, destinaban parte de su tiempo a
desplazarse a zonas desasistidas o en conflicto y a reunirse con amigos
y conocidos para disputar un encuentro solidario.
Las vacaciones suelen ser un momento adecuado para estas
actividades, que contrariamente a lo que suele entenderse, no son un añadido a la
profesión de deportista, sino parte de ella. Todavía resulta complicado
explicar a un personaje que su aportación más valiosa a la sociedad no tiene
por qué ser el dinero. Solo con pensar en las cifras que se manejan en el deporte
profesional, aunque la financiación es bienvenida en cualquier caso, para el
protagonista suele ser lo menos costoso y, por ello, el menor de los
sacrificios: personas cuyo salario por hora supera los seis mil euros
difícilmente podrán convencer a la sociedad de que donar el extracto monetario
de cien de sus minutos profesionales (menos de dos horas) es un compromiso sólido.
Firmar un talón al portador es un proceso enigmático,
embarrado en la sospecha permanente que rodea a las donaciones por muy voluntariosas
que estas sean. Decenas de organizaciones precisan de fondos, pero todas sin
excepción requieren de difusión. En este apartado es donde los futbolistas
tienen la mano ganadora, dado que su poder de convocatoria es enorme. Visto el
valor que cada día de su vida contabiliza no es de extrañar que su activo más
precioso sea el tiempo. Ese rato que el implicado entrega a los pobres,
enfermos, desplazados, contaminados o atacados es una muestra impagable de
dedicación, aunque sea en detrimento de su propia familia.
Basta con agarrar la lista de las diez principales
preocupaciones de cualquier ciudadano para observar que ninguno de esos temas
son recurrentes en las apariciones públicas de los deportistas. Es muy difícil
escuchar pronunciamientos sobre la inmigración, pese a que muchos de ellos la
han conocido; el cambio climático, a muchos de cuyos países afecta
directamente; la igualdad, para sus madres, hermanas, esposas, hijas y mujeres
en su totalidad; el crecimiento desmesurado de las ciudades, en las que ellos
habitan; o el paro, en el que no pocos de sus familiares y amigos aterrizan en
algún momento. Tomar partido por el bien de la sociedad es cuestión de tiempo,
pero del tiempo que se tarda en asumir el verdadero papel inspirador y en
preparar sus intervenciones. La mayoría de grandes futbolistas son dioses pero
no líderes sociales.
Sentado en el sofá de su salón de estar junto al propio
Ronaldo, hace más de diez años que Nelson Mandela le desgranó el secreto: es
necesario actuar como aquellos que te adoran esperan que lo hagas. Si no es
así, muchos desistirán aunque habían confiado en que llegaría el día, mientras
otros pronto se darán cuenta de que nunca llegará y acabarán abandonando también. En
el mundo del privilegio, ser leal a uno mismo, en la grandeza, tiene mucho que
ver con ser leal a los demás.
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